miércoles, 6 de octubre de 2010

palabras para reciclar

Hoy es uno de esos dias que no te quedan fuerzas, que no sabes de donde vienes ni adonde vas, que te preguntas que coño esta pasando. Y si te ha merecido la pena gastar tus energías para llegar hasta donde has llegado, que es al fin y al cabo un callejón sin salida. No queda más remedio que retroceder para buscar el camino correcto, ese que te lleva a lo que algunos dicen que es la "felicidad", pero que yo no estoy tan segura de que exista. Cada uno es feliz cuando quiere serlo. Cada persona dirige su vida de una manera, pero ignorando lo que persiguen, lo que quieren realmente. ¿Qué quieres tú? ¿A qué aspiras en la vida? ¿Qué darías por encontrar la felicidad? Yo no daría nada. Sé lo que quiero, y sé a lo que aspiro: a ser feliz. Pero no daría nada por encontrar la felicidad por que sé que está dentro de cada uno de nosotros. Sólo hay que saber buscar dentro de tí mismo, y eso ya es un espacio muy reducido. Si tú quieres ser feliz, no va a existir nadie en el mundo que impida que lo seas. La batalla principal para conseguir la felicidad es solo entre tu cabeza y tu corazón. Y solo vas a poder ser feliz si quedan en tablas. Nada es eterno, ni lo bueno ni lo malo. Todo son ciclos. Y la felicidad consiste en saber superarlos sin tener que pensar en otro momento que no sea ese mismo instante. Porque no se vive ni de recuerdos ni de ilusiones, sino del momento. Y lo peor es que tú eres a la vez un recuerdo y una ilusión, pero no estás en este momento.

domingo, 3 de octubre de 2010

el fin del principio (o el principio del fin)

- ¿Hay alguien en tu vida?
- Querrás decir en mi cama, no hay nadie en mi cama si es lo que quieres saber. Nadie que no pueda cambiar con las sábanas.

Huyendo del fracaso


Ahora, al leer lo que acabo de escribir, me doy cuenta de que estas cosas sólo se hacen cuando te sientes mal por dentro. Es una forma de expresar lo que sientes sin que nadie te juzgue, sin miedo al qué dirán. Y como ya he dicho antes, es el miedo lo que nos impide mirar hacia delante. ¿Pero qué sería de nosotros sin el miedo? Nada. No seríamos nada. El miedo es lo que hace que la vida cobre sentido, lo que hace que nos levantemos  cada mañana con esa inquietud de saber si hoy será el día. Pero nunca lo es. Y pasan días y días y nosotros seguimos en el mismo sitio, en el miso rincón, esperando el momento, la oportunidad.  Pero nunca llega. Y es que simplemente nos conformamos con esperar. A veces es mejor que lanzarte al vacío. A veces es mejor ser cobarde y seguir esperando que hacerte el valiente y confirmar que todo tu tiempo en la sala de espera solo ha servido para que el doctor te diga que puedes irte ya a casa. Que todo el tiempo que has invertido no ha servido para nada, que no hay nada que hacer. No sé, es más fácil huir. Y yo llevo huyendo toda mi vida. No creo que nadie me encuentre nunca a no ser que yo me deje, y eso es bastante improbable.

mi primera vez ( que escribo)

¿Qué harías si no tuvieses miedo? Es (y perdón por la expresión) la puta frase que marca toda nuestra vida. Todos nos  creemos muy valientes hasta que de verdad nos lo planteamos. Siempre creemos en nosotros mismos, en que siempre decimos las cosas claras tal y como las pensamos, ¿pero es cierto eso? No digo que esté mal, al contrario, pienso que lo mejor de todo es que esté. El plantearte esa simple pregunta supone darte cuenta de que no eres tan especial para esa persona como crees, que los amaneceres junto a él se han terminado, que ya no volverás a respirar su aliento, que no volverá para traerte una taza de café. Se acabó. Y lo mejor de todo es que te has dado cuenta a tiempo. Alégrate por ser capaz de poder recuperar la vida que te mereces, porque él te dio todo el calor que pedía tu cuerpo, pero no tu corazón. La historia interminable terminó. Y ya era hora. Da gracias por saber que él no fue el que te destrozó el corazón, porque supiste pararlo a tiempo, porque sus besos no llegaron a inundarte, porque simplemente no merecía que sufrieras por él. Él no era bastante para ti. Y tú eras demasiado para él. Algún día, después de asaltar castillos con todas las ranas que encuentres por el camino, llegará el príncipe. Y no aparecerá a lomos de un caballo ni te regalará un ramo de rosas cuando te vea, pero sabrás que es él. Sabrás que siempre ha sido él. Y nada ni nadie impedirá que os unáis, porque eso es el destino. No sé muy bien cómo funciona pero sé que está ahí. Y es irrevocable. Todo pasa por algo. Y ese algo es que tú y yo estemos juntos, tarde o temprano. Así que no te resistas, porque yo no me resisto a ti, y mucho menos a tu almohada.